LUCÍA DE JESUS. La principal protagonista de las apariciones, nació el 22 de Marzo de 1907 en Aljustrel, perteneciente a la parroquia de Fátima. Ella era una niña sencilla con ojos brillantes y de personalidad magnética, una líder por naturaleza a quien otros niños miraban con afecto y confianza. Bendecida con una memoria excelente, Lucía se sabía tan bien el catecismo que hizo su primera comunión a los 6 años y ella misma fue catequista a los 9 años. Lucía ayudó enormemente a guiar a sus primos Francisco y Jacinta por las pruebas que precedieron a las apariciones de la Señora de Cielo.
El día 17 de Junio de 1921 ingresó en el Asilo de Vilar (Porte), dirigido por las religiosas de Santa Dorotea. Después fue para Tuy, donde tomó el hábito y le pusieron el nombre de María Lucia de los Dolores. Hizo su profesión religiosa de votos temporales el 3 de Octubre de 1928 y el 3 de Octubre 1934 los perpetuos. En el día 24 de Marzo de 1948 ingresó en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, tomando el nombre de Hna. María Lucia del Corazón Inmaculado. En el día 1 de Mayo de 1949 hizo sus votos solemnes. La Hna. Lucia ha venido a Fátima varias veces: el 22 de Mayo de 1946; el 13 de Mayo de 1967; en 1981 para dirigir en el Carmelo de Fátima un trabajo de pintura sobre las apariciones; el 13 de Mayo de 1982 y el 13 de Mayo de 1991. Fue llamada a la Casa del Padre el 13 de febrero de 2005.
FRANCISCO MARTO. Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Junio de 1908. Fue bautizado el 20 de Junio de 1908. Cayó victima de la neumonía en Diciembre de 1918 y falleció en Aljustrel a las 22 horas del día 4 de Abril de 1919. Sus restos mortales quedaron sepultados en el cementerio parroquial de Fátima hasta el día 13 de marzo de 1952, fecha en que fueron trasladados para la Basílica de Cova da Iria (lado derecho según se entra). Su gran preocupación era la de “consolar a Nuestro Señor”. El Espíritu de amor y reparación para con Dios ofendido, fueron notables en su vida tan corta. Pasaba horas “pensando en Dios”. Según su historia, el pequeño Francisco pasaba largas horas “pensando en Dios”, por lo que siempre fue considerado como un contemplativo. Su precoz vocación de eremita fue reconocida en el decreto de heroicidad de virtudes, según el que después de las apariciones “se escondía detrás de los árboles para rezar solo; otras veces subía a los lugares más elevados y solitarios y ahí se entregaba a la oración tan intensamente que no oía las voces de los que lo llamaban”.
JACINTA MARTO. Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Marzo de 1910. Fue bautizada el 19 de Marzo de 1910. Víctima de la neumonía cayó enferma en Diciembre de 1918. Estuvo internada en el Hospital de Villa Nueva de Ourém y por fin en Lisboa, en el hospital de D. Estefanía donde murió a las 22.30 horas del día 20 de Febrero de 1920. Del 21 de Enero al 2 de Febrero de 1920, estuvo en el Orfanato de Nuestra Señora de los Milagros, en la Calle de Estrella, en Lisboa, casa fundada por la D. María Godinho, a quien Jacinta llamaba “Madrina”. Fue celebrada la Misa de cuerpo presente en la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, en Lisboa, donde su cuerpo estuvo depositado hasta el día 24, día en que fue transportada a una urna para el cementerio de Villa Nueva de Ourém. Fue trasladada para el cementerio de Fátima el 12 de Septiembre de 1935, fecha en que la urna fue abierta.
El 1 de Mayo de 1951 fue finalmente trasladada a la Basílica del Santuario. Más allá de las 5 Apariciones de la Cova de Iría y 1 de los Ángeles, Nuestra Señora se le apareció a Jacinta 4 veces más en casa durante la enfermedad, 1 en la Iglesia Parroquial en un jueves de la Ascensión, y aún en Lisboa en el Orfanato y en el hospital. Su vida fue caracterizada por el Espíritu de sacrificio, el amor al Corazón de María, al Santo Padre y a los pecadores. Llevada por la preocupación de la salvación de los pecadores y del desagravio al Corazón Inmaculado de María, de todo ofrecía un sacrificio a Dios, como les recomendará el Ángel, diciendo siempre la oración que Nuestra Señora les enseñará: “Oh Jesús, es por nuestro amor, por la conversión de los pecadores (y acrecentada, por el Santo Padre) y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.