Las Apariciones Es casi seguro que no estaríamos celebrando las beatificaciones de Jacinta y Francisco Marto si no hubiera sido por las apariciones que ellos presenciaron. Sí, todo católico tiene la posibilidad de conseguir la medida de santidad que merece este honor. Sin embargo, en términos prácticos fue la tutela de un ángel y de la Santísima Virgen que llevó a estos dos niños a la santidad en solo pocos años. Esa tutela comenzó en la primavera de 1916 con las tres visitas del Ángel Guardián de Portugal, aparición que sirvió como preparación para las visitas de la Madre de Dios al año siguiente.
Las apariciones del Ángel En la Portugal rural del 1917 no es inusual el ver a los niños llevando a sus rebaños a pastorear. Esto es lo que los niños de la familia Marto y Santos, todos primos, hacían en estos días. Casi siempre eran Lucía Santos, Francisco Marto y su hermana Jacinta, los que con gusto tomaban esta responsabilidad agradecidos por el chance de estar al aire libre y de jugar mientras las o vejas pastoreaban en silencio. Ellos llevaban a pequeños grupos de ovejas a pastorear en parcelas pertenecientes a sus padres en diferentes partes de la sierra, el altiplano en el que se encontraba el pueblito de Fátima (donde la Iglesia parroquial se encontraba) y Aljustrel (donde vivían los niños). Dos miradores favoritos eran las colinas que miraban a Aljustrel, cerca de un campo llamado Loca do Cabeco (Lugar de la Cabeza) y la Cova da Iría (Ensenada de Irene) a una distancia de Fátima. En estos lugares ocurrieron las apariciones que cambiarían el curso de la vida de estos niños y de la historia del siglo 20.
La primera aparición del Ángel En la primavera de 1916 Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron su primer encuentro con un mensajero celestial. Escribiendo en sus memorias, compuestas bajo obediencia a su obispo, Lucía nos cuenta sobre esa primera reunión. Fuimos esa vez a la propiedad de mis padres, que está abajo del Cabeco, mirando hacia el este. Se llama Chousa Velha.
Como a mitad de mañana comenzó a lloviznar y subimos la colina, seguidos de las ovejas, en busca de una roca que nos protegiera. Así fue como entramos por primera vez en el lugar santo. Está en la mitad de una arboleda de olivos que pertenece a mi padrino, Anastasio. Desde allí uno puede ver la aldea donde yo nací, la casa de mi padre y también Casa Velha y Eira da Pedra. La arboleda de obispos, que en realidad pertenece a varias personas, se extiende hasta estos lugares.
Pasamos el día allí, a pesar que la lluvia había pasado y el sol brillaba en el cielo azul. Comimos nuestros almuerzos y comenzamos a rezar el rosario. Después de eso comenzamos a jugar un juego con guijarros. Pasaron tan solo unos segundos cuando un fuerte viento comenzó a mover los árboles y miramos hacia arriba para ver lo que estaba pasando, ya que era un día tan calmado. Luego comenzamos a ver, a distancia, sobre los árboles que se extendían hacia el este, una luz más blanca que la nieve con la forma de un joven, algo transparente, tan brillante como un cristal en los rayos del sol. Al acercarse pudimos ver sus rasgos. Nos quedamos asombrados y absortos y no nos dijimos nada el uno al otro. Luego él dijo:
No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo.
El se arrodilló, doblando su rostro hasta el suelo. Con un impulso sobrenatural hicimos lo mismo, repitiendo las palabras que le oímos decir: Mi Dios, yo creo en ti, yo te adoro, yo te espero y yo te amo. Te pido perdón por los que no creen, no te adoran, no te esperan y no te aman.
Después de repetir esta oración tres veces el ángel se incorporó y nos dijo: Oren de esta forma. Los corazones de Jesús y María están listos para escucharlos.
Y desapareció. Nos dejó en una atmósfera de lo sobrenatural que era tan intensa que estuvimos por largo rato sin darnos cuenta de nuestra propia existencia. La presencia de Dios era tan poderosa e intima que aún entre nosotros mismo no podíamos hablar. Al día siguiente, también esta atmósfera nos ataba, y se fue disminuyendo y desapareció gradualmente. Ninguno de nosotros pensó en hablar de esta aparición o hacer ningún tipo de promesa en secreto. Estábamos encerrados en el silencio sin siquiera desearlo.
El efecto intenso de esta aparición del Ángel tuvo sobre los niños, fue diferente a la experiencia un tanto serena con la Virgen al año siguiente. Lucía dice: No sé porque pero las apariciones de la Virgen produjeron en nosotros efectos muy diferentes que los de las visitas del ángel. En las dos ocasiones sentimos la misma felicidad interna, paz y gozo, pero en vez de la posición física de postrarse hasta el piso que impuso el ángel, nuestra Señora trajo una sensación de expansión y libertad, y en vez de este aniquilamiento en la presencia divina, deseábamos solamente exaltar nuestro gozo. No había dificultad al hablar cuando nuestra Señora se apareció, había más bien por mi parte un deseo de comunicarme.
Esta diferencia puede tal vez ser explicada de la siguiente manera. Los ángeles cualesquiera que sea su coro tienen en común con Dios una naturaleza espiritual, no mezclada con la materia. La bondad de su ser, llena de justicia divina de acuerdo con el nivel de gloria dado a cada uno, irradia esa santidad sin mediación, proporcionada a la capacidad de los seres humanos para experimentarla. No sin razón las escrituras demuestran cuan fácil se puede confundir a un ángel apareciéndose a un hombre con el mismo Dios. (Apoc. 19:10, 22:9). Sin embargo, cuando se aparece nuestra Señora, aunque su gloria es mayor a la del más alto serafín, su naturaleza humana cubre esta gloria, así como pasó con la naturaleza de nuestro Señor, aún después de su Resurrección.
Aunque los ángeles también pueden aparecer en una forma más mundana, debe haber sido parte del propósito divino el revelarle a los niños algo de la Santidad de Dios. Lucía nos dice sobre este efecto que tardó en desaparecer:
Sus palabras se sumieron tan profundamente en nuestras mentes que nunca las olvidamos, hasta el punto en que pasábamos largos ratos de rodillas repitiéndolas, a veces hasta que nos caíamos exhaustos.
La Segunda Aparición del Ángel Durante el verano de 1916 los tres primos estaban jugando en el calor del día en el jardín cerca del pozo detrás de la casa de los Santos en Aljustrel. Lucía describe cómo el ángel se les apareció una vez más, castigándolos por su falta de seriedad espiritual.
De repente vimos al mismo ángel cerca de nosotros.
¿Que están haciendo? ¡Ustedes deben rezar! ¡Rezar! Los corazones de Jesús y María tienen designios Misericordiosos para ustedes. Deben ofrecer sus oraciones y sacrificios a Dios, el Altísimo.
¿Pero como nos debemos sacrificar? Pregunté.
En todas las formas que puedan ofrezcan sacrificios a Dios en reparación por los pecados por los que Él es ofendido, y en súplica por los pecadores. De esta forma ustedes traerán la paz a su país, ya que yo soy su ángel guardián, el Ángel de Portugal. Además, acepten y soporten con paciencia los sufrimientos que Dios les enviará.
Esta aparición renovó el mismo efecto profundo que tuvo el primero en ellos. Francisco, quien a lo largo de las apariciones del ángel y de nuestra Señora podía ver pero no escuchar, no tuvo éxito en obtener de las niñas las palabras que el ángel había dicho hasta el próximo día. Lucía nos dice: Las palabras del ángel se sumieron en lo profundo de nuestras almas como llamas ardientes, mostrándonos quien es Dios, cual es su Amor por nosotros, y cómo Él quiere que nosotros le amemos también, el valor del sacrificio y cuanto Le agrada, cómo El lo recibe para la conversión de los pecadores. Es por eso que a partir de ese momento comenzamos a ofrecerle aquellos que nos mortificara.
La Tercera Aparición del Ángel Lucía no está segura de cuando ocurrió la tercera aparición del ángel, ella cree recordar que fue a finales de Septiembre u Octubre de 1916. Habiéndose dirigido a Cabeco con sus rebaños, y estando más atentos a las palabras del ángel, ellos se arrodillaron inmediatamente para orar la oración que les enseño el ángel: Dios mío, yo creo en ti, yo te adoro…etc.
Después de haber repetido esta oración no sé cuantas veces vimos a una luz extraña brillar sobre nosotros. Levantamos nuestras cabezas para ver que pasaba. El ángel tenía en su mano izquierda un cáliz y sobre él, en el aire, estaba una hostia d e donde caían gotas de sangre en el cáliz. El ángel deja el cáliz en el aire, se arrodilla cerca de nosotros y nos pide que repitamos tres veces: Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el precioso cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los sufragios, sacrilegios e indiferencia por medio de las cuales Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y por el Inmaculado Corazón de María, pido humildemente por la conversión de los pobres pecadores.
Después se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia. La hostia me la dio a mí y el contenido del cáliz se los dio a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo,
Tomen y beban el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo terriblemente agraviado por la ingratitud de los hombres. Ofrezcan reparación por ellos y consuelen a Dios.
Una vez más él se inclinó al suelo repitiendo con nosotros la misma oración tres veces: O Santísima Trinidad…etc. y desapareció. Abrumados por la atmósfera sobrenatural que nos envolvía, imitamos al ángel en todo, arrodillándonos postrándonos como él lo hizo y repitiendo las oraciones como él las decía.
Fue de esta forma en la que fueron catequizados en oración, sufrimiento por reparación, y en la doctrina de la Santa Eucaristía, y fortalecidos por el Pan de Ángeles, que los niños de Fátima fueron preparados para la visita de la Reina de Portugal, la Inmaculada Virgen María.
Apariciones de Nuestra Señora Casi 8 meses pasaron desde la última aparición del Ángel. Lucía, Francisco y Jacinta continuaron haciendo lo que el ángel les había enseñado, orando y ofreciendo sacrificios al Señor. Lucía tenía ahora 10 años, Francisco nueve en Junio y Jacinta acababa de cumplir siete en marzo cuando el 13 de mayo de 1917, decidieron llevar sus ovejas a unas colinas que pertenecían al padre de Lucía conocidas como Cova da Iría, o Ensenada de Irene. Fue ahí, solo con una excepción, donde la Santísima Virgen bajo el nombre de Nuestra Señora del Rosario se les apareció en seis ocasiones en 1917, y una novena vez en 1920 (sólo a Lucía). T an importante como el lugar y el momento era la situación a nivel mundial. En esos momentos la Primera Guerra Mundial hacía estragos en Europa, conduciendo a la humanidad a la forma más salvaje de guerra vista hasta el día de hoy. En la lejanía de Moscú, Lenin preparaba la revolución que volcó el orden social Ruso en Noviembre de 1917 y en la que se sumergió eventualmente casi la mitad de los habitantes de esta tierra. Fue en este contexto en el que el cielo intercede por la tierra para proveer el antídoto para los males morales y sociales del mundo –el mensaje de Fátima.
Aparición del 13 de mayo de 1917 Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel en la mañana del 13 de mayo, la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el cementerio, y prosiguieron más o menos un kilómetro hacia el norte a las pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas pastorearan mientras ellos jugaban en la pradera que tenía uno que otro árbol de roble. Después de haber tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron rezar el rosario, aunque de una manera un poco truncada, diciendo sólo las primeras palabras de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por lo que después describieron como un “rayo en medio de un cielo azul”. Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e irse a casa. Preparándose para hacerlo fueron nuevamente sorprendidos p or una luz extraña. Comenzamos a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino. Cuando estábamos en la mitad de la cuesta, cerca de un árbol de roble (el gran árbol que hoy en día está rodeado de una reja de hierro), vimos otro rayo, y después de dar unos cuantos pasos más vimos en un árbol de roble (uno más pequeño más abajo en la colina) a una señora vestida de blanco, que brillaba más fuerte que el sol, irradiando unos rayos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena de pura agua cuando el sol radiante pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por la aparición. Estábamos tan cerca que quedamos en la luz que la rodeaba, o que ella irradiaba, casi a un metro y medio.
Por favor no teman, no les voy a hacer daño
Lucía respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones ¿De dónde eres?
Yo vengo del cielo.
La Señora vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado. “¿Que quieres de mi?”
Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la misma hora. Lugo te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. Y volveré aquí una séptima vez.
“¿Y yo iré al cielo?”
Sí, tú irás al cielo.
“¿Y Jacinta?”
Ella también irá
“¿Y Francisco?”
El también, amor mío, pero primero debe decir muchos Rosarios
La Señora miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña tristeza. Lucía después se recordó de algunos amigos que habían fallecido. “¿Y María Nieves está en el cielo?
Si, ella esta en el cielo
“¿y Amelia?”
Ella está en el purgatorio.
¿Se ofrecerán a Dios y tomarán todos los sufrimientos que El les envíe?
¿En reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los pecadores?
“Oh Sí, lo haremos”
Tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá.
Lucía relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y fuimos bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. La realidad de esta luz penetró nuestros corazones y nuestras almas, y sabíamos que de alguna forma esta luz era Dios, y podíamos vernos abrazada por ella. Por un impulso interior de gracia caímos de rodillas, repitiendo en nuestros corazones: “Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento”
Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca o, ninguna noción.
Digan el Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra.
Después de esto ella se comenzó a elevar lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se adentraba entre las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los cielos abrirse.
Los días siguientes fueron llenos de entusiasmo, aunque ellos no pretendían que fueran así. Lucía había prevenido a los otros de mantener a su visita en secreto, sabiendo correctamente las dificultades que ellos experimentarían si los eventos se supieran. Sin embargo la felicidad de Jacinta no pudo ser contenida, cuando prontamente se olvidó de su promesa y se lo reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus hermanos y h ermanas se metían con sus preguntas y chistes. Entre los interrogadores solo su padre, “Ti” Marto estuvo inclinado a aceptar la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija era la instigadora de un fraude, si no una blasfemia. Lucía comprendió rápidamente lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos sufrirían mucho. María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo amenazas. Finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin tener éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra en Aljustrel y Fátima.
Aparición del 13 de junio de 1917 En Portugal el trece de Junio es una gran fiesta, la fiesta de San Antonio de Lisboa, conocido comúnmente como San Antonio de Padua. Este obrero milagroso franciscano nació en Lisboa y había entrado a la vida religiosa como un Canon Regular de la Santa Cruz, residiendo primero en Lisboa y después en Coimbra antes de dejar la orden Portuguesa para ingresar a la nueva orden de Hermanos Menores y esperar por el martirio. Esta era, y es, la fiesta de los niños en Portugal, de manera que los padres de Lucía naturalmente pensaron que las festividades de la parroquia de Fátima distraerían a Lucía de su cita en Cova. Sin embrago, no afectada por esta táctica Lucía y los Marto se dirigieron al sitio de la aparición para cumplir con su cita al mediodía.
Cuando ellos llegaron vieron que había una pequeña multitud esperándolos.
Después de haber recitado el rosario con Jacinta y Francisco junto con las personas que estaban presente, vimos otra vez, el reflejo de luz que se nos acercaba (solíamos decir que eran rayos) y después, a Nuestra Señora en el roble como en mayo.
“Por favor dígame, Señora, ¿qué es lo que quiere de mi?”
Quiero que vengas aquí el día trece del mes que viene. Quiero que continúes diciendo el Rosario todos los días. Después de cada misterio, mis hijos, quiero que recen de esta manera. “Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia”. Quiero que aprendan a leer y escribir, y luego l es diré que más quiero de ustedes.
“¿Nos llevarás al cielo?”
Si, me llevaré a Jacinta y a Francisco muy pronto, pero tú te quedarás un poco más, ya que Jesús desea que tu me hagas conocer y amar en la tierra. El también desea que tú establezcas devoción en el mundo entero a mi Inmaculado Corazón.
“¿Debo permanecer en el mundo sola?”
No sola, hija mía, y no debes estar triste. Yo estaré contigo siempre, y mi Inmaculado Corazón será tu consuelo y el camino que te llevará hacia Dios.
En el momento en el que ella dijo las últimas palabras, abriendo sus manos, Ellas nos transmitió por segunda vez, el reflejo de esa luz intensa. En ella sentíamos que estábamos sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba hacia los Cielos, y yo en la parte que se derramaba sobre la tierra. En frente de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavársele. Entendimos que era el Inmaculado Corazón de María ofrecido por los pecados de la humanidad, deseando ansiosamente reparación.
La aparición luego terminó como en la primera ocasión, con la Señora elevándose hacia el este y desapareciendo en la “inmensidad de los cielos”.
A pesar del gozo de esos preciosos momentos el dolor de los niños continuó las siguientes semanas, moderado por la creencia de muy pocos de los presentes en Cova ese día. Ellos sabían que algo inusual había ocurrido – vieron los “rayos”, algunos percibieron un cierto oscurecimiento del sol, otros una pequeña nube gris que iba y venía mientras ocurría la aparición y ellos creyeron. Sin embrago, las dificultades con sus familia no cesaron, especialmente con sus madres, quienes estaban verdaderamente alarmadas ya que los eventos no sólo continuaban sino que más bien se expandían. A esto se le añadió la ardua cautela del párroco, que sospechaba que después de todo esto fuera a ser real pero del demonio.
Aparición del 13 de Julio de 1917 Mientras se acercaba la fecha de Julio Lucía continuaba turbada por las palabras de su pastor que advertía que el diablo podría estar detrás de estas apariciones. Finalmente, ella le confió a Jacinta que su intención era de no ir. Pero cuando el día finalmente llegó, sus miedos y ansiedades se desaparecieron, de manera que a las doce estaba en Cova con Jacinta y Francisco, esperando la llegada de la bella Señora.
La aparición del 13 de julio probó ser en muchas formas la parte más controversial del mensaje de Fátima, proveyendo un secreto en tres partes que los niños guardaron celosamente. Las primeras dos partes, la visión del infierno y la profecía del futuro rol de Rusia y cómo prevenirlo, no serían reveladas hasta que Lucía las escribiera en su tercer diario, en obediencia al obispo, en 1941. La tercera parte, comúnmente conocido como el Tercer Secreto, fue más tarde comunicado al obispo, quien lo envió sin leer al Papa Pío XII.
Unos minutos después de haber llegado a Cova da Iría, cerca del encino, donde un gran número de personas estaban rezando el Rosario, vimos un flash de luz una vez más, y un momento después Nuestra Señora se apareció en el encino.
“Lucía”, dijo Jacinta, “habla. La Señora te está h ablando”
“¿Si? Dijo Lucía. Ella habló humildemente, pidiendo perdón por sus dudas con todos sus gestos, y le dijo a la Señora “¿Qué quieres de mi?
Quiero que vengan aquí el día trece del mes que viene. Continúen diciendo el Rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque sólo ella puede obtenerlo.
“Sí, Sí”
“Yo quisiera preguntarle quien es usted, y si puede hacer un milagro para que todo el mundo sepa a ciencia cierta que se ha aparecido”
Deben venir aquí todos los meses, y en octubre yo te diré quien soy y lo que quiero. Después haré un milagro para que todos crean.
Por tanto segura de lo que hacía, Lucia comenzó a poner ante la Señora las peticiones que todos le habían confiado. La Señora dijo muy gentilmente que ella curaría a algunos, pero que a otros ella no curaría.
“¿Y el hijo paralítico de Maria da Capelinha?”
No, no será curado ni de su enfermedad ni de su pobreza, y debe de asegurarse de decir el Rosario junto a su familia todos los días.
Otro caso encomendado por Lucía a la Señora fue el de una mujer enferma de Atougia quien pidió que se la llevaran al cielo.
Dile que no tenga prisa. Dile que yo sé muy bien cuando yo vendré a buscarla.
Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María.
Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantados en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo. (Debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente:
Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz. Esta guerra cesará, pero si los hombres no dejan de ofender a Dios, otra guerra más terrible comenzará durante el pontificado de Pio XI. Cuando ustedes vean una noche que es iluminada por una luz extraña y desconocida (esto ocurrió en Enero 28, 1938) sabrán que esta es la señal que Dios les dará que indicará que está a punto de castigar al mundo con la guerra y el hambre, y por la persecución de la Iglesia y del Papa.
Para prevenir esto, vengo al mundo para pedir que Rusia sea consagrada a mi Inmaculado Corazón, y pido que los primero Sábados de cada mes se hagan comuniones en reparación por todos los pecados del mundo. Si mis deseos se cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, Rusia repartirá sus errores alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones a la Iglesia, los justos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, ciertas naciones serán aniquiladas. Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre consagrará a Rusia a Mí, y esta será convertida y el mundo disfrutará de un período de paz. En Portugal la fe siempre será preservada… (Aquí viene la parte del secreto que aún no ha sido revelado). Recuerden no deben decirle esto a nadie más que a Francisco.
Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: O mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo especialmente a las más necesitadas de tu divina Misericordia.
“¿Hay algo más que quieras de mi?”
No, no quiero más nada de ti hoy.
Luego, al igual que antes Nuestra Señora comenzó a ascender hacia el Este, hasta que finalmente desapareció en la inmensa oscuridad del firmamento.
La posesión del Secreto probó ser una gran prueba para los tres pequeños. La familia, los vecinos, seguidores de la aparición, hasta el clero, trató sin éxito que fuera revelado. Finalmente, en cuanto el día de la aparición se acercaba hasta el gobierno civil, que era secular y venenosamente anticlerical, alarmado por el número de personas que estaban interesándose en los eventos de Fátima, atentaron con arrebatárselos y en el proceso exponer a la Iglesia como colaboradora en un fraude.
Aparición del 19 de agosto de 1917 Bajo el pretexto de proveerles su propio automóvil, para que los niños pudieran trasladarse seguramente en medio de la multitud que rodeaba sus hogares, el administrador civil o alcalde del distrito en el que estaba ubicado Fátima, llegó a Aljustrel en la mañana del 13 de agosto. E n un atentado para conocer “la verdad” sin éxito, el 11 de agosto, Arturo Santos, un apóstata Católico y Masón de alto rango, había planeado una trampa que dejaría a los niños bajo su custodia para forzarlos a revelar todo. Como acto de buena fe, se ofreció para llevar a los tres niños y a sus padres a ver al párroco, quien él decía que quería verles, y así se fue a Cova. En la casa parroquial él abandonó esta artimaña así como a los padres llevándose sólo a los niños hasta la sede del distrito en Vila Nova de Ourem, a unas 9 millas de distancia. Aquí él intentó comprarlos, los amenazó de muerte y los encerró en una celda con otros “criminales” para hacerlos retractarse de su historia. Todo esto sin ningún resultado. A pesar de sus edades, su fe en la Señora y su coraje fueron imperturbables.
M ientras tanto en Cova al mediodía del día 13 los signos externos característicos de la aparición se hicieron visibles para la multitud, la mayor multitud hasta el momento. Después que estos signos terminaron la multitud se dispersó, sin saber sobre las trampas tendidas por el gobierno.
Sin embargo, el “juicio” de los niños continuó por dos días, preocupando de gran modo a sus familias. Finalmente, en la fiesta de la Asunción el 15 de agosto, el Administrador los condujo de nuevo a Fátima y los dejó a los pies de la rectoría. Aquí fueron vistos por la gente que salía de Misa tratando de determinar por parte de Ti Marto dónde habían estado los niños. Su furia se volcó contra el conductor del auto y contra el Alcalde cuando llegó un poco más tarde. Este fue el único esfuerzo serio por parte de las autoridades por intervenir con la Señora de Fátima.
En cuanto a los planes de la Señora, fueron retrasados un poco. El Domingo 19 Lucía, su hermano Juan y Francisco estaban pastoreando sus ovejas en un lugar llamado Valinhos. Estaba ubicado al lado de la misma colina opuesta a Aljustrel donde se les apareció el ángel dos veces, un poco más al norte. Alrededor de las 4 de la tarde, presintiendo que la Señora estaba a punto de aparecerse, Lucía trató sin éxito de convencer a Juan que fuera a buscar a Jacinta hasta que le ofreció unos cuantos centavos por la diligencia. Mientras ella y Francisco esperaban vieron la luz típica. El momento en el que Jacinta llegó se apareció la Señora.
“¿Qué quieres de mí?”
Vengan otra vez a Cova da Iría el trece del mes que viene, mi hija, y continúen rezando el Rosario todos los días. El último día yo haré un milagro para que todos crean.
“¿Qué debemos hacer con las ofrendas que deja la gente en Cova da Iría?”
Q uiero que hagan dos andas (para cargar estatuas) para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Quiero que tú y Jacinta lleven una de ellas con otras dos niñas. Ustedes dos se vestirán de blanco. Y luego quiero que Francisco, con tres niños ayudándolo, cargue la otra. Los niños también han de vestir de blanco. Lo que quede de las ofrendas ayudará para la construcción de la capilla que ha de ser construida aquí.
Lucía luego preguntó por la curación de algunos enfermos
Algunos los curaré durante este año (mirándolos tristemente) Oren, oren mucho. Hagan sacrificios por los pecadores. Muchas almas se van al infierno, porque nadie está dispuesto a ayudarlas con sacrificios.
Habiendo dicho esto se retiró como lo había hecho en otras ocasiones.
Aparición del 13 de septiembre de 1917 A pesar del ridículo y las burlas causadas por la prensa secular y atea, más de 30,000 personas s e reunieron en Cova para la aparición del mes de septiembre. Ahora mientras se recitaba el Rosario la multitud pudo ver a los niños ponerse de pie mirando hacia el este y ver como la admiración se apoderaba de sus rostros. Un momento mientras los niños esperaban, mirando y mirando, sus ojos en el encino, sus gozo encendido como una llama. Ya habían caído de rodillas de nuevo, y personas cerca de Lucía la escucharon decir:
“¿Qué quieres de mi?”
Continúen diciendo el Rosario, mis hijos. Díganlo todos los días para que cese la guerra. En octubre vendrá nuestro Señor, así como Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y Nuestra Señora del Monte Carmelo. San José se aparecerá con el Niño Jesús para bendecir al mundo.
A Dios le agradan sus sacrificios, pero no quiere que se pongan los cordones de noche para ir a dormir. Sólo pónganselos durante el día.
“¿Tengo las peticiones de muchas personas que piden tu ayuda. Asistirás a una niña que es sordomuda?”
Ella mejorará en un año.
“¿Y las conversiones que algunos han pedido? ¿Las sanaciones de los enfermos?”
A algunas las curaré a otras no. Nuestro Señor no confía en todos ellos.
“¿Quieres que se construya una capilla pequeña aquí con el dinero que las personas han dejado aquí?”
Sí, deseo que se construya una pequeña capilla en honor de Nuestra Señora del Rosario. Pero diles que se utilice sólo la mitad de este dinero para esto. La otra mitad será para las dos andas que ustedes ya saben.
“Muchos creen que yo soy una impostora y un fraude, dicen que merezco ser colgada o quemada. ¿Puedes por favor hacer un milagro para que ellos crean?”
En Octubre haré un milagro que permitirá que todos crean
Le entrevista se había terminado. La visión se elevó como antes, y Lucía, señalando a la Señora le dijo a la multitud, ” Si desean verla ¡miren! ¡miren!
Carta del Monseñor Joao Quaresma (1932)
En esta carta, escrita en 1932, el Monseñor Joao describe lo que él ha visto y oído en Septiembre 13, 1917. En ese tiempo él era Vicario General de la diócesis de Leiria, a la que pertenecía Fátima, quien luego serviría en la comisión canónica de interrogación.
Quince años han pasado desde los eventos extraordinarios de Fátima. Nubes oscuras se posaron sobre Portugal y su gente, mientras la tristeza y la desesperación reinaban en nuestro país. En medio de la oscuridad innumerables oraciones eran ofrecidas a Dios, pidiendo perdón y misericordia.
Los hombres esperaban por un rayo de luz en la tormenta que habían provocado las pasiones humanas. El Señor escuchó las oraciones de Sus servidores, y aparecieron en el cielo de Fátima, como un arco iris después de las inundaciones, una visión de Paz. La visión les habló a tres niños y al instante las nubes terribles comenzaron a dispersarse y las almas respiraron ya que la tristeza fue puesta a un lado. Ojos, buscando la luz, buscaban en los cielos donde brillaba la estrella de la mañana.
¿Ahora, no será que estos simples niños estaban errados? ¿No serían víctimas de una ilusión? Sin embargo es siempre posible que nuestra Señor venga a la tierra para traernos un mensaje. ¿Puede haber alguna verdad en lo que han dicho los niños? ¿Cómo explicar el hecho de que estas multitudes que llenaban la Cova todos los trece de mes declaraban que eran testigos de fenómenos extraordinarios?”
De manera que en una bella mañana de septiembre nos fuimos de Leiria en un carruaje tirado por un viejo caballo, al lugar donde se decía que las tan debatidas apariciones tenían lugar. El padre Gois encontró el punto crucial del amplio anfiteatro desde donde podríamos observar los eventos, sin acercarnos mucho al lugar donde los niños esperaban la aparición.
Al medio día había un completo silencio. Uno sólo escuchaba el murmullo de las oraciones. De repente ruidos de júbilo y voces venerando a la Santísima Virgen. Los brazos se alzaban señalando algo en el cielo. “¿Miren, no ven?”
“Sí, sí yo sí…” Mucha satisfacción de parte de aquellos que ven. No había habido ni una nube en el cielo azul y, yo también levanté mis ojos y lo analicé en caso de que yo pudiera distinguir lo que los otros, más afortunados que yo, habían dicho que veían.
C on gran asombro yo vi, clara y precisa, una esfera luminosa que se movía desde el este hasta el oeste, deslizándose suave y majestuosamente por el espacio. Mi amigo también miró, y tuvo la buena suerte de disfrutar de la misma visión inesperada y encantadora.
Cerca de nosotros había una pequeña niña vestida como Lucía, más o menos de la misma edad. Ella continuó a gritar muy feliz. “¡Todavía la veo! ¡Todavía la veo!… ¡ahora baja!
Después de unos minutos, alrededor de la duración de las apariciones, la niña comenzaba a exclamar de nuevo, señalando al cielo: “¡Ahora se va hacía arriba otra vez!” y ella siguió la esfera con sus ojos hasta que desapareció en la dirección del sol. ” “¿Que piensas de esa esfera?” Le pregunté a mi compañero quien parecía entusiasmado de lo que vio. “Que esa era nuestra Señora”, me repitió sin titubeo.
Esta era mi convicción indudable. Los niños habían contemplado a la misma Madre de Dios, mientras nosotros se nos permitió ver su medio de transporte (si uno puede decirlo de esta manera) que la trajo desde el cielo al inhospedable desecho de la Serra da Aire. Debo enfatizar que todos aquellos alrededor de nosotros parecieron haber visto lo mismo, ya que uno escuchaba manifestaciones de gozo y alabanzas a nuestra Señora. Pero algunos no vieron nada. Cerca de nosotros había una simple devota, que lloraba amargamente porque no había visto nada. Nosotros estábamos tan contentos. Mi compañero fue de grupo en grupo en la Cova, y después en el camino tomando información. Aquellos a los que él interrogó que eran de todo tipo de personas, de diferentes grupos sociales, pero uno tras de otros afirmó la realidad del fenómeno que nosotros mismos habíamos presenciado.
Con una satisfacción inmensa nos fuimos a casa después de este peregrinaje a Fátima, firmemente resueltos a volver el 13 de octubre para poder confirmar aún más los hechos.
Aparición del 13 de Octubre 1917 Durante la noche d el 12 al 13 de octubre había llovido toda la noche, empapando el suelo y a los miles de peregrinos que viajaban a Fátima de todas partes. A pie, por carro y carrozas venían, entrando a la zona de Cova por el camino de Fátima Leiria, que hoy en día todavía pasa frente a la gran plaza de la Basílica. De ahí bajaban hacia el lugar de las apariciones. Hoy en día en el sitio está la capillita moderna de vidrio, encerrando la primera que se construyó y la estatua de Nuestra Señora del Rosario de Fátima donde estaba el encino. En cuanto a los niños, lograron llegar a Cova entre las adulaciones y el escepticismo que los había perseguido desde mayo. Cuando llegaron encontraron críticos que cuestionaban su veracidad y la puntualidad de la Señora, quién había prometido llegar al medio día. Ya habían pasado las doce según la hora oficial del país. Sin embargo cuando el sol había llegado a su apogeo la Señora se apareció como había dicho.
“¿Qué quieres de mi?” Quiero que se construya una capilla aquí en mi honor. Quiero que continúen diciendo el Rosario todos los días. La guerra pronto terminará, y los soldados regresarán a sus hogares.
“Si, Si”
“¿Me dirás tu nombre?” Yo soy la Señora del Rosario
“Tengo muchas peticiones de muchas personas. ¿Se las concederás?”
Algunas serán concedidas, y otras las debo negar. Las personas deben rehacer sus vidas y pedir perdón por sus pecados. ¡No deben de ofender más a nuestro Señor, ya es ofendido demasiado!
“¿Y eso es todo lo que tienes que pedir?”
No hay nada más.
Mientras la Señora del Rosario se eleva hacia el este ella tornó las palmas de sus manos hacia el cielo oscuro. Aunque la lluvia había cedido, nubes oscuras continuaban oscureciendo el sol, que de repente se escapa entre ellos y se ve como un suave disco de plata.
“ ¡Miren el sol!”
En este momento dos distintas apariciones pudieron ser vistas, el fenómeno del sol presenciado por los 70,000 espectadores y aquella que fue vista sólo por los niños. Lucía describe esta aparición en su diario.
Después que la Virgen se desapareció en la inmensa distancia del firmamento, vimos San José y al Niño Jesús que parecían estar bendiciendo el mundo, ya que hacían la señal de la cruz con sus manos. Un poco después cuando esta aparición terminó vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, me parece que era la Dolorosa. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo al igual que lo había hecho San José. Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez más, parecida a nuestra Señora del Carmen (Sólo Lucia vio la última aparición), anticipando su entrada al Carmelo unos años después.
Estas serían las últimas apariciones en Fátima para Jacinta y Francisco. Sin embargo a Lucía nuestra Señora se la apareció una séptima vez en 1920, como lo había prometido la Señora el mes de mayo. Esta vez Lucía estaba en oración en la Cova, antes de dejar Fátima para ir a un internado de niñas. La Señora vino para alentarla a que se dedicara enteramente a Dios.
Mientras los niños veían las diversas apariciones de Jesús, María y San José, la multitud presenció un prodigio diferente, el ahora conocido como el famoso milagro del sol. Entre los testigos estaban los siguientes:
O Seculo (un periódico de Lisboa por gobierno y anticlerical.
Desde el camino, donde estaban estacionados los vehículos donde cientos de personas se habían quedado ya que no querían vencer el lodo, uno podía ver la gran multitud volverse hacia el sol, que parecía sin nubes y estaba en su apogeo. Parecía una placa de pura plata y se podía mirar fijamente sin incomodar. Pudo haber sido un eclipse que sucedía en ese momento. Pero en ese mismo momento se produjo un gran grito, y uno podía escuchar a los espectadores más cercanos gritar: ¡un milagro! ¡un milagro! Ante el asombro reflejado en los ojos de los espectadores, cuya semblanza era bíblica ya que todos tenían la cabeza descubierta, y que buscaban ansiosamente algo en el cielo, el sol temblaba, hizo ciertos movimientos repentinos fuera de las leyes cósmicas, el sol “danzaba” de acuerdo a las expresiones típicas de la gente. Había un viejecito parado en las escaleras de un ómnibus con su rostro volteado hacía el sol que recitaba el credo en alta voz. Pregunté quien era y me dijeron que era el señor Joao da Cunha Vasconcelos. Lo vi después dirigiéndose a los que estaban a su alrededor con sus sombreros puestos y les imploró vehementemente que se descubrieran sus cabezas ante tan extraordinario milagro. La gente se preguntaban los unos a los otros lo que habían visto. La gran mayoría admitió ver el sol danzando y temblando, otros afirmaban que habían visto el rostro de la Virgen Santísima. Otros juraron que vieron el sol girar como una rueda que se acercaba a la tierra como si fuera a quemarla con sus rayos. Algunos dijeron haber visto cambios de colores sucesivamente.
O Dia (otro diario de Lisboa, (edición 17 de octubre de 1917)
“A la una en punto de la tarde, mediodía solar, la lluvia cesó, el cielo de color gris nacarado iluminaba la vasta región árida con una extraña luz. El sol tenía como un velo de gasa transparente que hacía fácil el mirarlo fijamente. El tono grisáceo madre perla que se tornó en una lámina de plata que se rompió cuando las nubes se abrían y el sol de plata envuelto en el mismo velo de luz gris, se vio girar y moverse en el círculo de las nubes abiertas. De todas las bocas se escuchó un gemido y las personas cayeron de rodillas sobre el suelo fangoso…
La luz se tornó en un azul precioso, como si atravesara el vitral de una catedral y esparció sus rayos sobre las personas que estaban de rodillas con los brazos extendidos. El azul desapareció lentamente y luego la luz pareció traspasar un cristal amarillo. La luz amarilla tiñó los pañuelos blancos, las faldas oscuras de las mujeres. Lo mismo sucedió en los árboles, las piedras y en la sierra. La gente lloraba y oraba con la cabeza descubierta ante la presencia del milagro que habían esperado. Los segundos parecían como horas, así de intensos eran.
Ti Marto (padre de Jacinta y Francisco) Podíamos mirar con facilidad el sol, que por alguna razón no nos cegaba. Parecía titilar primero en un sentido y luego en otro. Sus rayos se esparcían en muchas direcciones y pintaban todas las cosas en diferentes colores, los árboles, la gente el aire y la tierra. Pero lo más extraordinario para mi era que el sol no lastimaba nuestros ojos. Todo estaba tranquilo y en silencio y todos miraban hacia arriba. De pronto pareció que el sol dejó de girar. Luego comenzó a moverse y a danzar en el cielo, hasta que parecía desprenderse de su lugar y caer sobre nosotros. Fue un momento terrible.
María Capelinha (una de las primeras creyentes) El transformó todo de diferentes colores, amarillo, azul y blanco, entonces se sacudió y tembló, parecía una rueda de fuego que caía sobre la gente. Empezaron a gritar “¡nos va ha matar a todos!”, otros clamaron a nuestro Señor para que los salvara, ellos recitaban el acto de contrición. Una mujer comenzó a confesar sus pecados en voz alta, diciendo que había hecho esto y aquello….
Cuando al fin el sol dejó de saltar y de moverse todos respiramos aliviados. Aun estábamos vivos, y el milagro predicho por los niños fue visto por todos.
Yo estaba mirando hacia el lugar de las apariciones, esperando serena y fríamente que algo sucediera, y con una curiosidad en descenso por que había pasado mucho tiempo sin que sucediera nada que me llamara la atención, entonces escuché miles de voces gritar y vi que la multitud de pronto se volvió, hacia el lado contrario, sus espaldas en contra del sitio donde yo tenía dirigida mi atención y miré al cielo del lado opuesto.
La hora legal era cerca de las 2 de la tarde, alrededor del medio día solar. EL sol unos momentos antes había aparecido entre unas nubes, las cuales lo ocultaban y brillaba clara e intensamente. Yo me volví hacia el magneto que parecía atraer todas las miradas y lo vi como un disco con un aro claramente marcado, luminoso y resplandeciente, pero que no hacía daño a los ojos. No estoy de acuerdo con la comparación que he escuchado han hecho en Fátima y la de un pesado disco plateado. Era un color más claro rico y resplandeciente que tenía algo del brillo de una perla. No se parecía en nada a la luna en una noche clara porque al uno verlo y sentirlo parecía un cuerpo vivo. No era una esfera como la luna ni tenía el mismo color o matiz. Perecía como una rueda de cristal hecha de la madre de todas las perlas. No se podía confundir con el sol visto a través de la neblina (por que no había neblina en ese momento), porque no era opaca, difusa ni cubierta con un velo. En Fátima daba luz y calor y aparentaba un claro cofre con un arco bien difundido.
Las Apariciones en Pontevedra (1925 – 1926)
Después de acariciar por algún tiempo el deseo de convertirse en religiosa, en 1925 Lucía, de dieciocho años, empezó con las Hermanas Doroteas. Ella ingresó como postulante en el convento de la Orden en Pontevedra, España, donde Nuestra Señora, como lo había prometido en 1917, fue a revelarle la primera parte del plan de Dios para la salvación de los pecadores en nuestro tiempo de rebelión contra Dios: la Comunión reparadora de los Primeros Sábados de mes.
Lucía, refiriéndose a ella misma, describe el encuentro en tercera persona:
El día 10 de diciembre de 1925, se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas. Al mismo tiempo le dijo el Niño: ‘Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.’
Enseguida dijo la Santísima Virgen: ‘Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tu, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses, en el Primer sábado se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas.’
Luego, Lucía hizo lo que ella podía para hacer conocido este nuevo pedido de Nuestra Señora. Se lo dijo a su Madre Superiora, a su confesor en el convento, e incluso escribió a su antiguo confesor. Ambos confesores tuvieron reservas y aconsejaron esperar.
A pesar de las reservas de sus confesores, pronto Lucía se vería urgida a continuar trabajando para hacer conocido este pedido. Ella nos dice,
El día 15 (febrero de 1926), andaba yo muy ocupada con mis oficios y ya no me acordaba de aquello casi nada; y, yendo a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, donde algunos meses atrás había encontrado a un niño, le había preguntado si sabía el Avemaría; me había respondido que sí; le dije que la dijeses para oírla yo; más como no se resolvía a decirla solo, la dije yo con él tres veces.
Al fin de las tres Avemarías, le pedí que la dijese solo; pero se calló y no pudo decirla solo; le pregunté si sabía cual era la Iglesia de Santa María; me respondió que sí; le dije que fuese allí todos los días y que dijese así: ‘oh Madre mía del Cielo, dadme a vuestro Niño Jesús.’ Le enseñé esto y entré en casa.
En ese día, pues, el 15-2-1926, volviendo yo allí como de costumbre, encontré un niño que me pareció ser el mismo; y le pregunté entonces ¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo?
El niño se vuelve hacia mí, y dice:
¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?
Diciendo esto, se transforma en un niño resplandeciente; conociendo que era Jesús, dije: ‘Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía.’
‘Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo; y basta que tu confesor te de licencia, y que tu Superiora lo diga, para que sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado.’
‘Pero, mi confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince misterios del Rosario.’
‘Es cierto, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y que las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que hagan los Primeros Sábados con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo, a aquellas que hagan los quince tibios e indiferentes.’
Presentó a Jesús las dificultades que tenían algunas almas de confesarse en sábado y pidió que fuese válida la confesión de ocho días. Jesús respondió: ‘Si, puede ser de muchos días más todavía, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención desagraviar al Inmaculado Corazón de María.’
‘Jesús mío, ¿y las que olviden tener esta intención?’
‘Pueden hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de confesarse.’
Después de eso, el Niño Jesús desapareció sin decir nada más.
La parte más notable de la primera aparición en Pontevedra es la promesa incomparable hecha por Nuestra Señora: a todos aquellos que hagan la devoción reparadora de los Cinco Primeros Sábados, bajo las condiciones requeridas, “yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas”.
Esta gracia asombrosa, de la cual incluso las almas más santas no pueden estar seguras, se promete incondicionalmente a todos aquellos que hagan esta devoción. Esto sirve como indicación del gran poder de intercesión que Dios ha otorgado a la Santísima Virgen para la salvación de las almas.
El confesor de Lucía le hizo más tarde una serie de preguntas sobre las apariciones de Pontevedra. Una de las preguntas fue: ¿Por qué cinco sábados y no nueve o siete, en honor de los Dolores de Nuestra Señora? Luego de recibir las preguntas, ella pidió a Nuestro Señor la ilustrara sobre las respuestas, que unos pocos días más tarde ella dio a su confesor. Esto es lo que ella le escribió:
Cuando estaba en la capilla con Nuestro Señor, parte de la noche del 29 al 30 de mayo de 1930, (nosotros sabemos que tenía el hábito de hacer una hora santa de once de la noche hasta la medianoche, especialmente la noche de los jueves, de acuerdo a los pedidos del Sagrado Corazón en Paray‑le‑Monial) Le hablé sobre las preguntas cuatro y cinco, y repentinamente me sentí más íntimamente dominada por la Presencia Divina y, si no estoy equivocada, esto es lo que me fue revelado:
‘Hija mía, la razón es simple. Hay cinco tipos de ofensas y blasfemias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María:
-
‘Blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
-
Blasfemias contra Su Virginidad Perpetua.
-
Blasfemias contra Su Divina Maternidad al rechazar, al mismo tiempo, reconocerla como la Madre de los hombres.
-
Las blasfemias de aquellos que tratan de sembrar públicamente en los corazones de los niños indiferencia o desprecio, o aun odio por esta Madre Inmaculada.
-
Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en Sus Santas imágenes.
‘Allí, hija Mía, está la razón por la que el Inmaculado Corazón de María me inspiró a pedir este pequeño acto de reparación, y en consideración a el, a mover Mi misericordia para perdonar a las almas que han tenido la desgracia de ofenderla. En cuanto a ti, procura incesantemente, por tus oraciones y sacrificios, mover Mi misericordia con esas pobres almas.’
Nosotros tenemos en esta comunicación de Nuestro Señor uno de las ideas más importantes en el Mensaje de Fátima: desde que Dios decidió manifestar Su plan de amor, cual es otorgar Sus gracias a los hombres por la mediación de la Virgen Inmaculada, resulta que su rechazo a someterse con docilidad a esa Voluntad Divina es un pecado que hiere particularmente Su Corazón y por el cual El ya no encuentra en Si mismo ninguna inclinación a perdonar. Ese pecado aparece imperdonable, pues no hay, en cuanto a lo que a Nuestro Salvador se refiere, ningún crimen más imperdonable que despreciar a Su Santísima Madre y ultrajar Su Inmaculado Corazón, que es el santuario del Espíritu Santo.
En 1929, cuando Nuestra Señora apareció en Tuy, Ella confirmó la necesidad de esta devoción, que pidió en Pontevedra con estas palabras: “Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mi, que vengo a pedir reparación; sacrifícate por esta intención y reza”. Nuestra Señora afirma con tristeza que muchas almas se pierden a causa de su desprecio y blasfemias contra Ella. Y sin embargo es Ella quien interviene por ellas, pidiendo nuestra cooperación, a través de la pequeña devoción de reparación de los Cinco Primeros Sábados.
Nuestro Señor hace de esta devoción, de acuerdo al deseo de Su Santísima Madre, un medio seguro y fácil de convertir las almas que están en peligro de ser perdidas eternamente, y de consolar el Corazón herido de la Virgen Inmaculada. Practicando esta devoción, nosotros participamos en el misterio de la Comunión de los Santos: hace depender realmente la salvación de las almas de nuestra propia generosidad, porque la Santísima Virgen María, constituida por Su Hijo como Mediadora de todas las Gracias, no puede actuar sola. Ella necesita de nosotros para hacer amorosamente “pequeñas devociones” de reparación para salvar las almas del infierno. La salvación de las almas es así uno de los grandes propósitos de la práctica de la devoción de los Cinco Primeros Sábados. Nuestra Señora ya había mostrado esta intención a los tres pastores durante Su aparición del 19 de agosto de 1917, cuando Ella les pidió que rezaran e hicieran sacrificios por los pecadores.
«La aparición en Pontevedra fue el culmen de Fátima»
«La aparición en Pontevedra fue el culmen de Fátima» Recopiló en un libro todo lo que sabe de la aparición a sor Lucía en el convento pontevedrés hace 75 años.
Concha Pino 1/11/2008
Cuando la Virgen se les apareció a los tres pastores portugueses en Cova de Iria el 13 de febrero de 1917 les dijo «volveré». Y lo hizo en 1925 y en 1926 en Pontevedra, primero en Tui y después en Pontevedra, para encontrarse con sor Lucía, la pastora que ingresó en el convento de las Adoratrices pontevedrés, porque la congregación no tenía noviciado en Portugal. Lo cuenta todo Emilio Rodríguez Sánchez, delegado diocesano del Apostolado Mundial de Fátima, en el libro 75 aniversario de la aparición de la Santísima Virgen de Fátima y el Niño Jesús a sor Lucía en Pontevedra.
¿Qué relevancia tiene la aparición en Pontevedra de la Virgen de Fátima?
Fue el culmen de Fátima, porque cuando la Virgen apareció en 1917 les dijo a los tres niños. «Volveré para permitir la consagración a mi sagrado corazón». Se le apareció a sor Lucía, primero en su celda, cuando estaba en la casa de Tui, y unos meses después en el patio de la casa de Pontevedra, cuando sor Lucía iba a tirar la basura, y está vez acompañada de Jesús, para decirle, como quien dice, que tenía luz verde.
¿Era necesario este libro?
Desde hace 36 años me dedico íntegramente al Apostolado de Fátima, y como hay cosas publicadas por muchos sitios, dispersas, decidí recopilar en un libro todos los datos y hechos como la confirmación por Juan Pablo II de la aparición con su visita y la revelación del tercer secreto de Fátima. Y hablé con mucha gente, incluida sor Lucía, que no entendía que se hablase tan poco de esta aparición. Decía «la Fátima española está en Pontevedra».
¿Por qué vino a Galicia?
Porque era donde las Doroteas tenían noviciado. Rotó por varias casas, incluso estuvo en la que tuvieron en Santiago, en la Rúa do Vilar, frente al cine Yago, donde estuvo de portera, porque solo la superiora, su confesor y el obispo sabían quién era. Después de 25 años aquí se marchó a Porto, y luego entró en la orden de clausura de las Carmelitas, en Coímbra, donde murió hace dos años.
¿Promover la casa de Pontevedra es una estrategia para crear un foco de peregrinación? Ya lo es. Desde el año 75, cuando empezamos a mover esta cuestión, la casa de Pontevedra donde se apareció la Virgen registró doce millones de visitas. De hecho muchos peregrinos hacen lo que ya se considera un itinerario, que es Fátima, Lourdes, Santiago y Pontevedra. Desde septiembre del año pasado han ido al santuario de Pontevedra 250.000 personas.
¿Y la infraestructura? Vamos poco a poco, no queremos ostentación. La casa-santuario se va a arreglando con donativos. Los beneficios de la venta de este libro serán para arreglar la capilla de la planta baja.
¿Quién está allí ahora? Hay dos monjas de las cinco que había de la congregación del Inmaculado Corazón de María de Fátima.
En el convento de las Doroteas ocurrieron las apariciones a Sor Lucía, vidente de Fátima, posteriores al 1917, cuando ya Jacinta y Francisco habían muerto y ella era postulante de esa comunidad.
En 1925 La Virgen se apareció con el Niño en la celda de Sor Lucia y le pide los cinco primeros sábados de reparación.
La celda de Sor Lucia donde ocurrieron las apariciones es en la actualidad una capilla. El tabernáculo está en el lugar exacto de las apariciones.
Adoración al Santísimo Sacramento sobre el altar en que Lucía, la vidente de Fátima, tuvo la visión de la Trinidad.
La Virgen pidió la consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado
La aparición ocurrió en Tuy, España en 1925 y el altar está ahora en el convento de las Doroteas en Pontevedra.
LUCÍA Y APARICIONES POSTERIORES AL 1917
Lucia es la mayor de los videntes. Entró en la vida religiosa con las hermanas Doroteas, con las que vivió en Pontevedra antes de entrar en la clausura Carmelita en Coimbra, Portugal donde está hasta la fecha (1999).
En este período ocurrieron:
La petición de los Cinco Primeros Sábados de Reparación
La visión de la Trinidad con la petición de la consagración de Rusia
Cinco primeros sábados de reparación
Trasfondo histórico Los Sábados son tradicionalmente dedicados a la Virgen. Desde muy antiguo la Santa Iglesia, ha considerado el sábado un día dedicado a intensificar la devoción Cristiana a la Santísima Virgen, Madre de Dios y nuestra amantísima Madre. Mucha gente consagraba el primer sábado del mes a la Virgen por esta intención y para reparar por las blasfemias y ultrajes en contra de ella por parte de los pecadores y de los falsos maestros. El Papa San Pío X el 12 de Julio de 1905 emitió un decreto en el que alababa esta práctica y ofrecía indulgencias por ella. Ese mismo año en el mes de Noviembre el Santo Padre nuevamente bendijo e indulgenció la práctica tradicional de los Hijos del Corazón de María y la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, para dedicar los primeros sábados de cada mes a esta devoción con el propósito de hacer reparación al Inmaculado Corazón de María.
La Virgen pide los Cinco Primeros Sábados de Reparación La Virgen le dijo que “con el fin de prevenir la guerra, vendré para pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados de mes”
La promesa hecha por Nuestra Señora a Lucia en Julio 13, 1917 de que habría una manifestación futura concerniente a la práctica de los Cinco Primeros Sábados fue cumplida el 10 de diciembre de 1925.
Lucía era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España cuando tiene una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Sta. Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El niño le dijo: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas.”
Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía: “Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tu, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación”
Los elementos de los 5 primeros sábados
1.- Confesión. Es esencial en el camino del arrepentimiento y la conversión.
2.- Eucaristía El primer fruto de esta devoción es el culto a la Santa Eucaristía en sus tres aspectos: sacrificio, comunión y adoración.
3.- Rezo del Rosario con dos aspectos: oración y meditación. Se rezan cinco misterios.
4.- La promesa de salvación.
La Meditación del Rosario: La oración vocal del Rosario tiene siempre en su base un acto de meditación interior en los misterios de la vida, sufrimiento y gloria de nuestro Señor y de la Stma. Virgen.
La jaculatoria que la Virgen pide que recemos después de cada misterio: “Oh mi Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Conduce todas las almas al cielo especialmente las que mas necesitan de tu misericordia”.
Estas almas son las de los pecadores por quienes rezamos por su conversión y salvación eterna. Estos pecadores pueden ser los que están mas obstinados en su pecado sin arrepentirse, aquellos que están, sin saberlo, al borde de la muerte y están en pecado mortal. Finalmente, aquellos que por circunstancia de lugar, o por educación están lejos de la posibilidad de conseguir un sacerdote y recibir los sacramentos incluso en sus últimos momentos. Por estas pobres almas, las que están en mas necesidad de la misericordia de Dios, deben ser derramadas las eficaces oraciones de las almas cristianas, intercediendo por ellos, haciendo reparación, uniéndose en meditación con el corazón de María, Madre y Refugio de los pecadores.
Promesa de Salvación Aquellos que practiquen esta devoción de los cinco primeros sábados, Nuestra Señora prometió: “Yo os asistiré a la hora de vuestra muerte con las gracias necesarias de salvación”. Ella no promete la salvación eterna, sino las gracias necesarias para la salvación. Hay muchos testimonios de almas que son especialmente devotas del Corazón de María, que reciben un conocimiento del cielo que la hora de su partida esta cerca. No es precisamente un anuncio de la muerte, pero si una nueva y gentil preocupación por recibir con mas dignidad los sacramentos, con una intención mas pura en todas sus acciones y se intensifica la caridad y la dedicación al apostolado. El Corazón de María va perfeccionando las almas de sus hijos hasta llegar a su encuentro decisivo con su Divino Salvador.
Espíritu de Reparación: Todos estos actos de la devoción, deben hacerse con la intención de reparar las ofensas cometidas en contra del Inmaculado Corazón de María. Aquellos que la ofenden cometen una ofensa doble: ofenden a su Divino Hijo, y ponen en peligro su salvación. Esta reparación hace énfasis en nuestra responsabilidad hacia los pecadores que no oran y no hacen reparación por sus pecados. Esta devoción nos presenta una responsabilidad social y nos recuerda que para ir a Dios debemos amar a nuestros semejantes y tratar de salvar sus almas. También nos enseña una forma excelente de hacerlo, a través del espíritu de reparación al Inmaculado Corazón de María. Hay quienes se preocupan de que se les puede olvidar en cada uno de los cinco sábados ofrecer por la intención de reparación. Pero esto se puede evitar haciendo la resolución de ofrecer esta reparación desde el primer sábado que se empieza. “Dios mío yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, y no te aman“ (el ángel a los pastorcitos de Fátima)
¿Por qué 5 Sábados? Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: “Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1-Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2-Contra su virginidad,
3-Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4-Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5-Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.
“He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas”. También es importante establecer un tiempo fijo para la devoción, en este caso los primeros cinco sábados de mes. Esto nos ayudará a establecer un hábito. La misma Iglesia lleva nuestra vida espiritual por ciclos litúrgicos: cuaresma, adviento…
Importancia de esta devoción En febrero de 1926 se le apareció el Niño Jesús preguntándole si había difundido la devoción a su Santísima Madre. Lucía le contó las dificultades que tenía en llevar a cabo esta misión. Jesús le respondió que con su gracia bastaba. En Fátima, la Virgen misma desea recomendar esta devoción, especificando “cinco primeros sábados consecutivos” enriqueciendo esta práctica con la promesa de salvación. En la última instancia, es Dios quien es ofendido por cada pecado. Por esta razón, es Dios también quien es el objeto último de cada acto de reparación de los cristianos. Nosotros no podemos comprender propiamente el mensaje celestial dado en Fátima en este punto esencial de reparación si no lo hacemos reparando directamente al Inmaculado Corazón de María. Es nuestro Señor mismo quien nos dice: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas”. La predestinación de María en su Maternidad Divina, su colaboración activa en toda la obra de redención, su misión de ser madre espiritual de toda la Iglesia y de cada persona redimida por la preciosa sangre de Cristo, constituye una de las leyes básicas de la divina providencia para la aplicación efectiva de la redención en cada alma. Por lo tanto, la devoción a su Inmaculado Corazón debe ser intensificada y extendida. Consecuentemente quien ofenda a nuestra Madre, ya sea por blasfemia, por negación de su grandeza en su misión de corredención, o por tratar de despreciar la devoción a Nuestra Señora en la Iglesia o en las almas, al mismo tiempo ofende a Dios y a su providencia. Un cristiano que comprende cuan vil son este tipo de ofensas trata de hacer reparación intensificando su devoción personal y sus esfuerzos para que el Reino del Corazón de María se establezca. Así responde el amor. Ambos aspectos de la reparación cristiana: primero directamente a Dios y subordinadamente al corazón de María, son manifestaciones complementarias de una misma realidad y un mismo espíritu.
Frutos de esta devoción: En toda verdadera devoción a nuestra Señora (y la devoción a su Inmaculado Corazón es expresión perfecta de la verdadera devoción) hay siempre una invitación efectiva a regresar los corazones a Cristo Salvador. Cuando se trata de aquellos que han perdido la gracia, es una llamada a la conversión, a la vida de gracia y a la salvación eterna. Cuando se trata de almas que viven en la gracia de Dios, la verdadera devoción a María, les da un fuerte impulso por avanzar por la vía de santidad y crea en ellos un espíritu de apostolado cristiano. Esta es una ley constante en la vitalidad de la Iglesia. Ya sean Instituciones Marianas, Santuarios Marianos, movimientos y peregrinaciones Marianas, siempre han sido una llamada irresistible desde el corazón maternal de María, a un regreso de estas almas a Cristo. La práctica de los cinco primeros sábados en reparación, corresponde a este nuevo capitulo de la santificación y de la eterna salvación de los redimidos.
Madre Adela Galindo, SCTJM Fundadora
Visión de la Trinidad y petición de la consagración de Rusia
En Junio del 1929, Lucía estaba ya con las religiosas, Hijas Doroteas, y describe esta aparición así: “…de repente toda la Capilla del convento se alumbro de una luz sobrenatural, y una Cruz de luz apareció sobre el altar, llegando hasta el techo. En la claridad de la parte superior se podía ver la cara de un hombre y su cuerpo hasta la cintura. En el pecho había una paloma de luz, y clavado en la Cruz había el cuerpo de otro hombre. Por encima de la cintura, suspendidos en el aire, podía ver un cáliz y una gran Hostia, en la cual caían gotas de sangre del rostro de Jesús crucificado y de la llaga de su costado. Estas gotas, escurriendo en la Hostia, caían en el cáliz. Debajo del brazo derecho de la cruz estaba Nuestra Señora. Era Nuestra Señora de Fátima, con su corazón Inmaculado en su mano izquierda, sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas. Debajo del brazo izquierdo de la Cruz, grandes letras, como si fuesen de agua cristalina, que corrían sobre el Altar formando estas palabras: “Gracia y Misericordia”. Nos dice Lucía:` entendí que era el Misterio de la Sta. Trinidad que se me enseñó, y yo recibí luces acerca de este misterio, que no se me permite revelar”. La Virgen le dijo: “Ha venido el momento en que Dios pide al Santo Padre que en unión con todos los obispos del mundo haga la consagración de Rusia a mi Corazón, prometiendo salvarla por este medio”. Prevenía la difusión de sus errores y se adelantaba su conversión.
Nota: El 13 de Mayo del 2002 se da un paso hacia el cumplimiento de las profecías.
Consagración de Rusia por los papas:
-Dic.1940 -Lucía recibe permiso para escribir al Santo Padre Pío XII, pidiéndole esta consagración.
-Oct. 1942 -Papa Pío XII consagra al mundo con mención especial de Rusia.
-Julio 1952 -Consagración especial solo de Rusia.
-1965 -Papa Pablo VI también consagra a Rusia.
-1982 -Papa Juan Pablo II consagra el mundo al Corazón Inmaculado.
-1984 -Papa Juan Pablo II, Roma, ante la imagen de la Virgen, consagra el mundo colegialmente (con los obispos). Según Lucía, esta consagración fue conforme a los deseos de la Virgen.
–2000 -Año Jubilar, El Papa Juan Pablo II consagra colegialmente (con los obispos) el mundo y el III milenio al Inmaculado Corazón el 8 de Octubre, durante el jubileo de los obispos. En la víspera el Papa guía la oración de un rosario mundial. Sor Lucia es televisada llevando uno de los misterios desde su convento.
La Virgen acepta la consagración La hermana Lucia ha dicho a varias personas que la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, hecha por el Papa Juan Pablo II en 1984, aunque no mencionó explícitamente a Rusia, fue aceptada por la Virgen. Lucia ha dicho esto a cardenales, obispos, a un ex-presidente de Filipinas, a Howard Dee, embajador de esa nación en el Vaticano, al Dr. Fred Zugibe de New York quien es experto en la Crucifixión. Cuando un obispo le preguntó a Lucia como ella sabe que la consagración fue aceptada, ella indicó que la Virgen aun se comunica con ella.
Almas víctimas del mensaje de Fátima: Las almas víctimas llevan con heroico amor grandes sufrimientos a favor de las intenciones de la Virgen. Las mas conocidas son Alejandrina y Aminda, a quien conocimos personalmente. Ambas pasaron muchos años postradas en cama. Ambas están ya con la Madre en el cielo.
APARICIÓN EN PONTEVEDRA
10 de diciembre de 1925
En la 2ª aparición, el 13 de junio de 1917, la Virgen prometió a Francisco y a Jacinta que serían llevados al Cielo prontamente. Y así sucedió, pues unos meses después enfermaron gravemente y, tras largos padecimientos ofrecidos a Dios como reparación por las ofensas que recibe diariamente y por la conversión de los pecadores, fallecieron con la asistencia feliz del Cielo. Francisco fallecería el 4 de abril de 1919 y Jacinta el 20 de febrero de 1920.
Lucía, en cambio, tendría que proseguir su labor como apóstol del Inmaculado Corazón de María en la tierra. En octubre de 1925 entró como postulante en la Casa de las Hermanas de Santa Dorotea, en Pontevedra.
El día 10 de diciembre de 1925 se le aparece la Santísima Virgen y a su lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Virgen, poniendo una mano en el hombro de Lucía, le mostró un corazón que tenía en la otra mano rodeado de espinas. Al mismo tiempo dijo el Niño: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, sin haber quien haga un acto de reparación para quitárselas.”
Y la Virgen prosiguió: “Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos en cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos aquellos que durante 5 meses en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos en compañía meditando sobre los 15 misterios del rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”
El 15 de febrero de 1926, se le aparece el Niño Jesús y le pregunta: Si había propagado la devoción a su Santísima Madre. Ella contestó que aunque la Madre Superiora estaba decidida a propagarla, el confesor le había dicho que ella sola no podría.
Y el Niño respondió: “Es verdad que tu Superiora sola nada puede, pero con mi gracia puede todo“.
Le preguntó Lucía si valía la confesión dentro de los ocho días anteriores al sábado: Y el Niño respondió: “Sí, puede ser de muchos más días, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención de desagraviar el Inmaculado Corazón de María“.
También le preguntó Lucía qué ocurría si alguien se olvidaba de poner la intención. Y el Niño respondió: “Pueden ponerla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tengan para confesarse“.
La aprobación oficial de esta devoción la realizó el Sr. Obispo de Leiría el 13 de septiembre de 1939.
APARICIÓN EN TUY Junio de 1929
Poco tiempo después de la Aparición de Pontevedra, Lucía fue trasladada a Tuy, donde hizo el noviciado y más tarde la profesión religiosa en la Congregación de las Hermanas Doroteas, el 3 de octubre de 1928.
En junio de 1929, recibió la segunda comunicación prometida por la Virgen en la aparición de julio de 1917. Nos cuenta Lucía:
“Yo había pedido y obtenido permiso de mis superioras y del confesor, para hacer la Hora Santa de las once a las doce de la noche de los jueves. Estando una noche sola, me arrodillé en la balaustrada, en el centro de la capilla, para rezar postrada las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me levanté y continué rezándolas con los brazos en cruz. La única luz era la de la lámpara. De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una cruz de luz que llegaba hasta el techo. En otra luz más clara, se veía sobre la parte superior de la cruz, el rostro de un hombre con el cuerpo hasta la cintura. Sobre el pecho, una paloma también de luz; clavado en la cruz el cuerpo de otro hombre. Un poco más abajo de la cintura, suspenso en el aire, se veía un cáliz y una hostia grande, sobre la cual caían algunas gotas de sangre que corrían de la cara del crucificado y de una herida que tenía en el pecho. Resbalando por la hostia estas gotas caían dentro del cáliz. Debajo del brazo derecho de la cruz estaba la Virgen; era Nuestra Señora de Fátima con su Corazón en la mano izquierda, sin espada ni rosas, sino con una corona de espinas y llamas. Debajo del brazo izquierdo unas letras grandes, como si fuesen de agua cristalina que corriese por encima del altar, formaban estas palabras: “Gracia y Misericordia”. Comprendí que me era mostrado el Misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar”.
Después le dijo la Virgen: “Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo padre haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón; promete salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia Divina condena por los pecados, cometidos contra mí, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y reza”